La derecha Mexicana, representada por el PAN, se encuentra desde la campaña presidencial del 2018 en una profunda crisis de identidad. La pragmática estrategia de coalición con la izquierda ideada por Ricardo Anaya pretendía ser un frente común, diverso y moderno, pero terminó por excluir a los calderonistas y a panistas escépticos que prefirieron el perfil "confiable" de José Antonio Meade. La crisis es grave. Ni los panistas ni el resto de la oposición han logrado encontrar una identidad firme, una narrativa sobre la cual construir un proyecto que realmente desafíe el relato de Morena. Gran parte del problema, me parece, tiene que ver con la liquidez de su adversario. AMLO elude definiciones. Se dice de izquierda, pero esquiva las agendas más progresistas como el aborto o el matrimonio igualitario y prefiere la "austeridad republicana" a expandir el gasto social. Es el gallo de los evangélicos y pretende pacificar al país a golpe de sermones mañaneros y cartillas morales. Dice repudiar a las élites, pero tiene a los empresarios afines muy contentos. La gran esperanza en el cambio que vendió AMLO en campaña hizo que muchos proyectaran en él sus mayores anhelos. Mientras tanto, AMLO tiene muy claro quienes son sus adversarios: "los conservadores", es decir, cualquiera que no le rinda pleitesía. La oposición, al no poder definir del todo al fenómeno AMLO, no ha podido definirse a sí misma, con los agravantes de ser más diversa y menos carismática.
El PAN se encuentra descolocado, jalado por un lado por el progresismo "joven" del PRD y Movimiento Ciudadano y los que sueñan con el Partido Demócrata o el centro-derecha liberal europeo, y por el otro, por sus valores de derecha tradicional y católica. Parece que es la búsqueda de identidad y soporte lo que llevó a algunos miembros del partido a pensar que cualquier piedra es buena para tirarle a AMLO y a recibir gustosos a Santiago Abascal, presidente de Vox, en su gira por América. Quizás el caso de Vox nos pueda dar ideas sobre el futuro de la derecha mexicana.
Por la memoria de la dictadura franquista, España parecía curada de movimientos populistas de derecha. Presumían de ser una excepción a la tendencia que generó casos como Donald Trump, Marine LePen, Jarosław Kaczyński, Nigel Farage, o Viktor Orbán, entre otros. Pero el historial de corrupción del PP, la gran polarización y resurgimiento nacionalista que desempolvó el intento secesionista catalán, y la persistencia de Vox como una fuerza de derecha "desacomplejada" en temas cómo la migración ilegal o lo políticamente correcto, convenció al 15% de los votantes Españoles en 2019. Los votantes de Vox ya estaban ahí, pero se conformaban con el establishment del PP o de Ciudadanos, mucho más moderados, como la mejor opción que les ofrecía el sistema. De manera irónica, la historia de Vox parece reflejar la de Podemos; el hartazgo con la moderación potenciado por un momento de crisis y por tendencias externas.
El encuentro de los dos mundos se dio en el Senado Mexicano, dónde algunos legisladores de la bancada del PAN firmaron "La Carta de Madrid", un documento de repudio al comunismo. Se tomaron fotos sonrientes con Santiago Abascal. Sin ser un pacto de partidos ni mucho menos, este encuentro convulsionó a sectores del panismo, y fue celebrada por muchos que ahora tenían prueba del conservadurismo "rancio", "xenófobo" e incluso "nazi" y "fascista" del PAN. La presión y el linchamiento fue tal que los involucrados tuvieron que pedir disculpas públicas. Independientemente de lo que se piense de Vox, es curioso que tales reacciones no suelen aparecer cuando políticos mexicanos reciben a chavistas o a blanqueadores de la banda terrorista ETA.
La gira de Santiago Abascal es parte de una estrategia para trazar puentes y encontrar grupos afines en lo que Vox llama la "Iberósfera", un termino que, supongo, pretende una cohesión más fuerte que el vago "Hispanoamérica". Quizás sueñan con algo al estilo de la Francophonie, o la Commonwealth, que recuerde mejor el origen imperial de nuestra lengua común. Aunque el PAN se arrepienta de lo sucedido y reafirme que su único aliado en España es el centro-derecha del PP, el mensaje de Abascal no ha caído en saco roto. Existen otros grupos, cercanos ideológicamente a Vox, relacionados con el Yunque y pseudoherederos de los cristeros, que están luchando por formar una alternativa mexicana a la derecha "acomplejada y traicionera" del PAN.
Desafortunadamente para el PAN, la renovación de su identidad sería mucho más fácil de la mano de un líder carismático, que sea capaz dar respuestas a Morena con un hilo conductor claro. A pesar de que Ricardo Anaya se esmere en hacer videos, parece que no tiene ese atractivo. Si el PAN no consigue reafirmar una identidad amplia pero concreta, que transmita un proyecto claro, no me sorprendería que un partido nacional de derecha, aunque minoritario, triunfe en unos años dónde fracasó México Libre de Margarita Zavala. ¿Un Vox a la mexicana?
Bernardo, ¡qué bien escribes! Me encantaría leer un análisis más detallado sobre la "Iberósfera", tocaste un punto interesantísimo comparándola con la Francophonie o la Commonwealth.
Me impresionó que los panistas, como Lilly Téllez, pidieran "perdón" por su reunión con Abascal. ¿Por qué pidieron perdón? ¿A quién? ¿Para qué? ¿A quienes exactamente querían mantener contentos?
Saludos! Eugenio Garza